A diferencia del uso del aire comprimido en otras industrias, no existen normas ni legislación que definan un nivel mínimo de pureza aceptable para el aire comprimido utilizado en la fabricación de alimentos. Aunque los reglamentos y códigos de todo el mundo establecen que el aire comprimido utilizado en este entorno debe estar libre de contaminantes y no suponer ningún riesgo, no se estipulan límites reales.
El riesgo para los alimentos y las bebidas derivado de los procesos de aire comprimido puede ser importante si no se toman las precauciones y medidas preventivas adecuadas. La humedad, el aceite y otras partículas suponen un riesgo en las aplicaciones en las que se utiliza habitualmente el aire comprimido, como el secado y el filtrado.
Por ello, todos los fabricantes de alimentos y bebidas quieren tomar las medidas necesarias para garantizar que sus productos cumplen las normas de calidad más estrictas. Todos los pasos de la cadena de suministro -desde la fabricación y el procesamiento hasta el envasado, el transporte y el almacenamiento- deben ser objeto de un minucioso escrutinio, y garantizar que los niveles de pureza del aire comprimido no se vean nunca comprometidos debería ser una prioridad absoluta para los responsables de la toma de decisiones.